Demasiada gente entra en este mercado con la fantasía de “dar el pelotazo de su vida”, y al final acaban perdiendo hasta los calzoncillos. ¿Y yo? Empecé desde los 2300 unidades, y tras muchos tropiezos he llegado a las 57000 unidades de hoy. Sin información privilegiada, y mucho menos jugando a la ruleta rusa con apalancamiento. Mi método se resume en dos palabras: no apostar.

¿Te parece que soy conservador? Pues precisamente el conservadurismo es la clave para sobrevivir en este mercado.

Hace tres años, cuando empecé, solo tenía lo que me quedaba tras pagar la tarjeta de crédito: 2300 unidades, todo mi patrimonio. El primer mes cometí muchas tonterías: pasaba noches en vela mirando las velas del gráfico, la luz del móvil me dejaba la cara pálida. Por aquel entonces, todo el mundo a mi alrededor era un “gurú del apalancamiento” que no paraba de hablar de meterlo todo en contratos. No tardé en ver a todos ellos reventar cuentas: un colega perdió hasta tener el bonus anual en negativo, otro pidió préstamos online para cubrir posiciones, y cada vez se hundía más.

Aquella escena me despertó de golpe. Rápidamente dividí los 2300 en cinco partes, 460 unidades cada una, centradas solo en los activos principales, los que tienen más capitalización y son menos volátiles. No perseguía esas “shitcoins” que triplican en un día, ni tocaba basura caída al fondo; solo aplicaba el método lento: “comprar bajo y vender por tramos en alto”. La primera semana gané 480, en la tercera la cuenta subió directo a 6700 —me quedé en shock: resulta que sin avaricia también se puede ganar dinero.

Un consejo práctico: diversificar no es dividir el dinero al azar. Mi norma es: ninguna posición puede superar el 20% del total, al menos el 70% en monedas principales, el 30% restante en activos estables y poco volátiles. Así, aunque uno de los activos reviente de repente, el golpe nunca es mortal.

En este mercado sobran leyendas de riqueza instantánea, pero sobrevivir es la auténtica habilidad.