La capacidad de ahorro de los hogares estadounidenses enfrenta desafíos sin precedentes. Los últimos datos muestran que la tasa de ahorro personal en Estados Unidos ha caído al 4.7%, alcanzando un mínimo desde diciembre del año pasado. En los últimos cinco meses, la tasa de ahorro ha caído en un punto porcentual completo, solo por detrás del mínimo histórico de finales de 2022.

En comparación, la tasa de ahorro promedio de los cinco años previos a la pandemia era del 6.1%, e incluso en los últimos cinco años se ha mantenido en torno al 6.5%. Mirando aún más atrás, en los años 80, la proporción de ahorro de los estadounidenses respecto a su ingreso disponible promedio alcanzaba el 9.8%. Estos datos reflejan claramente una tendencia de deterioro en la situación financiera de los hogares.

La raíz del problema es evidente: el crecimiento salarial no acompaña el ritmo, y la inflación persistente actúa como una cuchilla invisible, cortando la capacidad de compra de los consumidores una y otra vez. El resultado es que los presupuestos se vuelven cada vez más ajustados, el ahorro se ve obligado a reducirse, y la deuda de los consumidores alcanza nuevos máximos trimestre tras trimestre. La brecha entre ricos y pobres se está ampliando, y el patrón económico en forma de K es cada vez más evidente: quienes poseen activos aumentan su patrimonio a través de la valorización de sus activos, mientras que quienes no tienen activos son cada vez más excluidos.